CUANDO EL DOCENTE OLVIDA

Con demasiada frecuencia escuchamos hablar, algunas veces desde enfoques positivos y por desgracia muchas más desde la crítica más hiriente, sobre los retos a los que se enfrenta la escuela del siglo XXI y sus mil veces denostados docentes. En muchas ocasiones se trata de una simplista crítica vacía que poco aporta y menos conoce y en pocas ocasiones plantea retos reales y da en el centro de la diana.

Observando nuestro ya obsoleto sistema educativo desde dentro me planteo la manida pregunta de ¿dónde está el problema?…

El problema son en realidad muchos problemas ampliamente debatidos: la falta de consenso político acerca de cómo debe ser la educación, la excesiva intervención sobre el sistema educativos por los intereses políticos, la falta de financiación, el poco apoyo al docente, las elevadas ratios que imposibilitan la calidad… y otros mil asuntos de todos conocidos. Todos ellos existen, son ciertos, influyen, pero para mí no son “EL PROBLEMA”

EL PROBLEMA con mayúsculas es cuando el docente olvida…

Sí, es un contrasentido, pero estamos ante un sistema educativo que carece de salud porque las personas que lo componemos no estamos bien cuidadas. La desmotivación, la lucha contra el abismo, la presión constante, la falta de medios y de apoyos y la falta de reconocimiento provocan una deshumanización del sistema y un docente que a pesar de luchar contra esto con todas sus fuerzas corre el riesgo de olvidar qué le motivo a convertirse en docente. Olvidamos que tenemos vocación, olvidamos que merece la pena, olvidamos que esos niños son personas y cada uno de ellos trae consigo un pasado, una historia y un potencial para crecer, olvidamos que tienen familias y que muchas de ellas sufren y olvidamos LA EMPATÍA.

No es un olvido consciente, es el resultado de años de desgaste, de corazas necesarias que nos vemos obligados a poner para evitar que cada niño con su historia mine la nuestra, o la distancia que impone nuestra propia historia, pues señores, los docentes somos humanos y tenemos historia.

Cuando llegó a mis manos “Compartiendo lo aprendido” no confié en un principio que me desvelara mucho, “…otra guía que me habla desde la distancia sobre lo que hago mal”. Pero cuando empecé a adentrarme en sus líneas vi lo necesario que es este libro para la profesión que desempeño. Estamos necesitados de palabras que nos ayuden a recuperar nuestra capacidad empática y nos focalicen para afrontar retos cada vez más diversos. María Martín Titos y Mercedes Moya Herrero nos ayudan a empatizar con ese niño, a comprenderlo y a ser conscientes del papel que jugamos desde el más absoluto respeto. De una manera sencilla, con un lenguaje fluido y un tono humano, en primera persona… nos hablan sobre lo que hay detrás de ese niño, nos da un porqué de una conducta y nos ayudan a ser conocedores y no solo juzgadores de una dificultad. Es una cuestión de actitud, es una cuestión de querer aprender, es una cuestión de querer mejorar, es el granito de arena que aportamos los docentes para hacer el sistema sostenible, amable e inclusivo. También depende de nosotros construir un sistema mejor para todos, al fin y al cabo nosotros somos parte fundamental del sistema y tenemos la oportunidad de mejorarlo desde dentro, aportando nuestro granito de arena. Seamos agentes del cambio y no victimas. Gracias por vuestra valentía ante el reto de educar al educador en las emociones y la inclusión de esta manera tan sensible y eficaz.

Patricia Lara Roldán. Profesora y Madre

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